Luego, para cavar todavía más su tumba, agregó: “Es muy poco probable que los talibanes invadan todo y controlen el país”.
El domingo, la desbandada para evacuar de Kabul a civiles estadounidenses y empleados de la embajada de Estados Unidos la imagen misma que Biden y sus asesores acordaron que debían evitar durante reuniones recientes en el Despacho Oval— se transmitió en vivo por televisión, no del techo de la embajada estadounidense, sino de la plataforma de aterrizaje ubicada al lado del edificio. Y ahora que el gobierno afgano ha colapsado con una velocidad impactante, parece una certeza que —igual que hace 20 veranos— los talibanes volverán a tener el control total del país cuando se conmemore el aniversario de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Incluso muchos de los aliados de Biden que creen que tomó la decisión correcta al salir por fin de una guerra que Estados Unidos no podría ganar y en la que ya no había un interés nacional, admitieron que el presidente cometió una serie de errores en la ejecución de la retirada. La única pregunta es cuánto daño político causarán esos errores. Y si a los estadounidenses que vitorearon en los mítines de las campañas de 2020, cuando el entonces presidente Donald Trump y Biden prometían retirarse de Afganistán, no les importará y dirán que tenía que terminar, aunque fuera de mala manera.