Por un largo tiempo no supo nada de Pablo Escobar hasta que se reencontró con este en una convención de la desaparecida Alianza Nacional Popular (Anapo). Luego, lo buscaron y cada que había un evento el capo lo llamaba.
“Ahí empecé mi relación con Pablo. Me busqué un ayudante, Rodrigo Agudelo. Entonces, a mí me empezaron a decir el narcofotógrafo y a él, el narcoayudante. A Nápoles iba seguido. Yo viajaba en helicóptero o en avión desde el hangar del aeropuerto Olaya Herrera. Los fines de semana los viajes se multiplicaban”, recuerda.
Pese a que su relación fue buena con Pablo Escobar, señaló que cuando se entero de su muerte tuvo emociones encontradas “Me dolió la muerte de él, porque yo sabía que él no fue feliz. Lleno de dinero y sin poder disfrutar nada. Por otro lado, sentí alivio por la misma familia de él, por la sociedad. Trastocó todos los valores. El legado de él es muy malo”, dijo Jiménez.
Pese a todo recuerda algunos momentos, por ejemplo, su fotografía favorita es una que le tomó en 1989, en una fiesta. Donde Pablo tenía un licor que tenia hielo seco. “Pablo estaba pensativo, mirando hacia abajo. Así se quedó como 15 minutos. Estamos hablando de cuando llevaba cinco años en la clandestinidad. Ahí, él sabía que tenía pocas opciones, tenía todos los problemas del mundo”.
En la actualidad y pasado más de tres décadas de la muerte del capo, El Chino continúa trabajando en el barrio que es conocido por el nombre de Pablo Escobar, pero busca deconstruir los imaginarios que dejo la época del narcotráfico en Medellín.