Es la primera vez que la OMS apoya semejantes esfuerzos poco convencionales de retroingeniería para reproducir una vacuna que se vende comercialmente, esquivando a una industria farmacéutica que ha dado prioridad a los países ricos sobre los pobres, tanto en ventas como en fabricación.
Moderna y Pfizer-BioNTech, fabricantes de las dos vacunas autorizadas de ARNm contra el COVID-19, se han negado a compartir sus fórmulas y pericia tecnológica con la OMS y sus socios.
La OMS expresó la esperanza de que la tecnología compartida no únicamente cree vacunas, sino que servirá para fabricar anticuerpos, insulina y tratamientos para la malaria y el cáncer, entre otras enfermedades.
El científico jefe de la OMS, el doctor Soumya Swaminathan, calculó que el intento de recrear la vacuna de Moderna producirá inoculaciones utilizables para fines del año próximo o inicios de 2024, pero que el plazo podría acortarse considerablemente si el fabricante brindara su ayuda.
La disparidad global de acceso a las vacunas es enorme. África produce apenas el 1% de las vacunas contra el COVID-19 del mundo y sólo el 11% de su población está vacunada. En cambio, un país europeo como Portugal ha vacunado al 84% de su población y más del 59% ha recibido la dosis de refuerzo.