Las mujeres que pusieron en aprietos a la Casa Blanca

 Las mujeres que pusieron en aprietos a la Casa Blanca

La erótica del poder del Despacho Oval es mítica y son muchas las leyendas que acompañan a unos ‘líderes del mundo libre’ cuyas relaciones extramatrimoniales han llegado a poner en peligro sus presidencias. El eficaz servicio secreto y los pasadizos subterráneos del 1600 de la Avenida Pensilvania, en Washington, han sido los aliados perfectos para el ir y venir de algunas visitas tan deseadas como poco recomendables. Otros encuentros se han producido fuera de la residencia oficial, pero bajo el amparo de una seguridad que hasta ahora había cumplido su cometido.

A Donald Trump, uno de esos encuentros le ha costado la imputación y puede acabar con su carrera presidencial. Stormy Daniels, la rubia que le ha puesto en apuros, cumple todos los requisitos para protagonizar una película ‘basada en hechos reales’ o, al menos, en sus memorias, ‘Full Disclosure’: su verdadero nombre es Stephanie Clifford, creció en un barrio marginal de Baton Rouge, en Luisiana, y pronto demostró dotes para montar a caballo y para escribir. Su sueño era ser periodista, pero acabó como estrella del cine porno, no sin antes completar su currículo con una aparición en un vídeo de Maroon 5, una frustrada carrera política al Senado por el Partido Republicano y una brillante etapa como ‘stripper’ que le abrió las puertas al mercado X.

El encuentro entre Trump y Stormy acabó con un juego sexual bastante peculiar. Él ya tenía 60 años, ella apenas 27. Fueron a cenar y subieron a la suite, donde encontraron una revista en la que él aparecía en portada. Donald estaba obsesionado con la publicación. Tanto, que la joven decidió apostar por un juego morboso. «Alguien debería zurrarte con esa revista», le espetó la actriz, que le pidió que se bajara los pantalones para arrearle en el trasero. Y así fue: Stormy dándole con su propia cara en el culo al excéntrico millonario. Se vieron en distintas ocasiones, nunca en la Casa Blanca porque todo sucedió antes de su elección.

En el imaginario colectivo está el romance entre Kennedy y Marilyn Monroe, que ‘Blonde’ ha mostrado de manera descarnada, recreando lo que parece una serie de abusos: los guardaespaldas buscando y cargando a una estrella totalmente drogada, abandonada a su suerte en una cama donde es utilizada sin contemplaciones por JFK como juguete sexual. Fueron los años más difíciles de la actriz, en los que estaba más vulnerable y era adicta a las pastillas, así que la recreación de la película, aunque inventada, tiene un aire verosímil si añadimos la insaciable voracidad carnal de un presidente adicto al sexo. ¿Fue esa relación la causa verdadera de la muerte de Marilyn? La versión oficial, suicidio, no ha podido nunca borrar la teoría conspiranoica que mantiene la versión del asesinato para eliminar a una testigo peligrosa por incontrolable.

Kennedy no ha sido el único presidente picaflor. Bill Clinton le sigue de cerca. El marido de Hillary fue denunciado por acoso sexual por Paula Jones, reconoció bajo juramento relaciones con Jennifer Flowers y se salvó del ‘impeachment’ de milagro, tras convencer a todos de una felación no es lo mismo que tener sexo. Y eso fue lo que le hizo Mónica Lewinski, la becaria de la Casa Blanca que llegó a guardar cuidadosamente un vestido con manchas de semen del presidente de los Estados Unidos. Se ve que a la muchacha le gustaba mucho CSI. El escándalo fue mayúsculo y casi le cuesta el cargo a Clinton. Y el matrimonio. Todo comenzó una noche en que se produjo una fiesta sorpresa. Mónica fue consciente de que el tanga que llevaba estaba a la vista y, en lugar de cubrirlo, decidió acercarse al presidente, se agachó delante de él para que lo pudiera ver, provocación que surtió efecto. Al cabo de unos minutos se estaban besando en un salón junto al despacho oval.

Si Kennedy y Jackie formaban en los 60 un matrimonio perfecto de cara al público, los Obama siempre han trasmitido que también lo eran de puertas para adentro. Pero las cinco visitas, cinco, de Beyoncé a la Casa Blanca -en lo que ‘Vanity Fair’ llegó a llamar ‘romance político’- hizo saltar todas las alarmas. El paparazzi Pascal Rostain hizo creer al mundo que había una relación y que una exclusiva lo demostraría. Nunca llegó. «No podría ser más dulce», llegó a decir de Beyoncé el presidente, que bailó con la primera dama al son de ‘At last’, interpretada por la cantante en un giro de guion que ni los creadores de ‘Scandal’ habrían soñado en una de sus tramas.

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