A falta de 16′ para el final del partido de Messi no era brillante, tampoco malo, pero a lo largo del encuentro no había una jugada típica de su sello, distintiva, que lo ha hecho único. Hasta que a los 74′ se desató la bestia que Leo lleva adentro, zafó de la marca de Laporte, descargó en Mbappé quien le devolvió el balón de taco para que el crack le diera de zurda a la carrera y la clavara en el árgulo de un estático Ederson. Era el 2-0 para el PSG.