Estas células están constantemente al acecho en nuestros músculos, piel y otros tejidos. Cuando detectan un invasor extraño, desatan una reacción en cadena que eventualmente produce anticuerpos y una protección duradera contra patógenos específicos. Ese proceso, conocido como respuesta inmune adaptativa, puede tardar una o dos semanas en acelerarse.
Mientras tanto, a los pocos minutos o incluso segundos de vacunarse o detectar un virus, las células presentadoras de antígenos también envían señales de “peligro”.
En algunos casos, la respuesta inmune no se detiene en el brazo. Para algunas personas, el mismo proceso puede causar fiebre, dolores corporales, dolores en articulaciones, erupciones cutáneas y cefalea.